
Intenta que mi cabeza no estalle en todos los momentos, ¡por el amor de dios! intenta reprocharte y echarte en cara tus miedos, esos que solo los ves tu.
Despierta por este sendero, hechízame y vuélvete a parar para descansar junto a mi entre las hojas marrones y amarillas caídas de este árbol.
Déjame observar en tus ojos la inmensidad del mar que azota con bravura y pasión las gaviotas que surcan esta profunda tarde del nunca jamás. Observa y calla, mira de una vez y relájate, déjate llevar por este momento en el que solo puedes oír la brisa enredándose en tu pelo y ver el sol perdiéndose en el inmenso horizonte.
Apártate de las manos que tocan tu espalda, de las sonrisas que pacta el diablo y de las lenguas que sueltan veneno, sigue bailando con la brisa, sigue volando hasta que puedas ver desde el cielo las chinchetas atropelladas en el asfalto. Cuidado con la gente, que no te hagan daño, cuidado con aquellos señores que planean hacia la inmensidad de tu imaginación, cuidado con ellos por que te harán caer con sus ideas y su mentalidad opaca. Intenta descifrar el numero de bastidor de esa persona que intenta ser mas inteligente que tu, descúbrele porque las chinchetas desde arriba huelen a caucho y cicuta. Ahora mira bien a tu alrededor, pósate en el mar, pósate justamente donde esta el sol dando las ultimas ráfagas de luz, donde se mezcle el naranja con el amarillo de tu pelo. Mírame desde donde estés y no digas nada, solo déjate llevar por el momento, en silencio, entre la brisa cálida y la luz del atardecer, entre gaviotas perdidas y corazones rotos, entre personas que vuelan y chinchetas que sangran por la mente.